Un cosmos en irradiación

La estrategia del arte suele ser el apoyo de una realidad incuestionable; corresponde a su esencia suscitar la aventura, capacitar un legado lo suficientemente complejo como para cambiar formas, originar masas, profundizar mensajes, organizar el ambiente donde sea posible la concepción del ser nuevo. En la integración pictórica las funda mentalidades se sitúan en los acordes del color, en las fases de la línea, en los contextos, los estilos de la expresión o la captación de luces. Cuando maduramos un lienzo lo importate, aparte del resultado, claro está, es el hecho en si mismo que despierta su agresividad, el grado de provocación que es, como ocurre con el arte en general, la recreación del mismo por parte de quien mira,del espectador, su aceptación o su rechazo.

Elementos básicos en la organización de la pintura de Celia Martínez lo son las realidades ciertas del color que compromete sus cambios de matices en un automatismo dialécticamente desarrollo de un interés por el espacio o las atmósferas que es delicado juego de masas de color. Coloramientos mágicos, un vocabulario que no se agota en si, más al contrario prolonga su vehemencia en búsquedas de un objeto envuelto en luminosidades. Quizá la proximidad del famoso Museo de Cuenca haya equilibrado los planteamientos iniciativos de Celia, pero lo que sorprende es la naturalidad de una valentía que le brota de dentro y es absorbente de gestos de un mundo continuamente en acción, eminencia de un encuentro con un cosmos en irradiación.

Los elementos pictóricos sitúan el movimiento en las densidades conseguidas. Lo sean en el orden de las manchas o las abstracciones que en Joan Mitchell derivan hacia el expresionismo abstracto. Hay en estos cuadros una ortodoxia que en momentos nos acercan a unas divertidas insinuaciones, anuncios antropomórficos, mantenidos siempre en el aspecto formal de las estructuras plásticas puras. Superficies iluminadas, claridades despertadas por una estáconquista que se articula en la aventura lo reconocible de lo simplemente color.

Iluminación, pues, captaciones expresionistas, líquidos y bellas superficies sugerentes, de leves sensualidades en los colores distribuidos, algún que otro desbordamiento. Pero acá el color no es simple brochazo; sonidos, visiones interiores, cromatismo prefiguran un lenguaje espiritual que se espacia y concreta en el acrílico o es tono y consecuencia en el óleo. Premisas del trabajo de Celia lo han sido elaboraciones espirituales cuya plástica está ahí suscitando las más hermosas superficies.

Azar e inteligencia suman los componentes de su arte al que añadiríamos sensibilidad. Como un tornado que contemplaremos desde esa otra dimensión no terráquea, el corrido interminable de los colores de un paisaje cuyo ojo estuviera flotando en las nubes, las aguas agitadas a las que se añadiera otras materias liquidas, la figuración en descompuesta turbulencia… Que todo es naturaleza e inmensos en ella vuelas hombre y arte.

Celia viene dando sus cuadros con un ritmo portentoso y ese ritmo al que sujeta color y composición retienen mundos en formación, apariciones mágicas que obedecieran al conjuro de la artista y cuyo resultado retuviera la preciosidad primigenia del propio color.

Celia, sin embargo, no confía a la improvisación lo que, en apariencia, fueran tan fácil. El arte autentico nunca se deja vencer del embargo facilón que supone el hacer si más. Dije azar e inteligencia barajados por la sensibilidad lo que quiere decir amoroso acariciamiento de la cosa, entretejer cuanto aparece espontáneamente y envolverlo de matices, la puesta en escena de los cromatismos lúdicos.

En cada exposición la artista pone en contacto su palabra con la palabra ajena, los ojos suyos con los ojos del otro. De este dialogo de las cosas hermosas surgirá, sin vacilaciones, la confirmación de un arte.

Carlos de la Rica. Director-Presidente Real Academia Conquense